
El Gobierno ha planteado la reducción de la jornada laboral máxima de 40 a 37,5 horas semanales, sin reducción salarial. Se trata de una reforma estructural que se aplicará de forma progresiva y que, previsiblemente, entrará en vigor de forma completa antes de finalizar 2025.
Más allá del impacto legal o social, esta medida plantea un desafío directo a nivel organizativo: ¿cómo garantizar la continuidad del negocio con menos horas disponibles por trabajador?
¿Qué implica esta reducción?
- Reducción de horas, no de salario. Los empleados trabajarán 2,5 horas menos a la semana.
- Aplicación progresiva. El cambio será escalonado, con tiempo de adaptación.
- Control horario obligatorio. Se exigirá un registro digital accesible y verificable.
Riesgos para la continuidad operativa
En muchas empresas, el ajuste de jornada puede generar tensiones si no se aborda con planificación. Algunos puntos críticos:
- Turnos descompensados o franja horaria sin cubrir, especialmente en atención directa o servicios continuos.
- Sobrecarga de perfiles clave, al reducirse su disponibilidad sin ajustar tareas.
- Dificultad para cumplir plazos o mantener el ritmo, si los procesos no se rediseñan adecuadamente.
Cómo prepararse para mantener la continuidad
Este cambio puede ser una oportunidad para revisar la estructura interna y reforzar la resiliencia operativa:
- Analiza los procesos sensibles. Identifica cuellos de botella, tareas críticas y dependencia excesiva de personas concretas.
- Rediseña los equipos y la distribución horaria. Adapta recursos sin perder capacidad operativa.
- Refuerza tu plan de continuidad. Considera protocolos de sustitución, automatización o refuerzos en franjas clave.
- Valora soluciones aseguradoras ante posibles interrupciones o contingencias relacionadas con personal crítico.